Dieta y sobrecrecimiento bacteriano intestinal: ¿existe evidencia?

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El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO, por sus siglas en inglés) se define como una condición clínica causada por un número excesivo de bacterias del intestino delgado (≥ 103 UFC/mL) que incluyen predominantemente especies aerobias y anaerobias gramnegativas. En el estado fisiológico, existen mecanismos para evitar la colonización excesiva de bacterias en el intestino delgado, como el pH ácido del estómago, las enzimas pancreáticas, el sistema inmunitario intestinal, el peristaltismo del intestino delgado, la válvula ileocecal y la propia barrera intestinal. Sin embargo, cuando ocurren cambios en cualquiera de estos mecanismos, se puede desarrollar SIBO.

La microbiota intestinal y su papel en los procesos de salud y enfermedad han sido objeto de varios estudios. Se sabe que los cambios en la microbiota intestinal ocurren debido a varios factores, como el uso de medicamentos, la edad, el estilo de vida y las enfermedades, que pueden modificar la homeostasis intestinal y provocar un crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado, desencadenando un cuadro clínico denominado sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO). Las personas con SIBO pueden presentar síntomas gastrointestinales que van desde náuseas, diarrea y/o estreñimiento y flatulencia hasta distensión y dolor abdominal, como resultado de una mala absorción de nutrientes o cambios en la permeabilidad intestinal. El tratamiento estándar de oro se basa en el uso de antibióticos para erradicar el sobrecrecimiento bacteriano.

 

Las estrategias dietéticas para el tratamiento del SIBO se basan en una reducción del consumo de productos fermentables, lo que implica una dieta baja en fibra, alcoholes de azúcar y otros edulcorantes fermentables como la sucralosa. Las recomendaciones dietéticas para SIBO vienen a ser una extensión de la terapia nutricional para el SII, destacando las dietas bajas en FODMAP, que son carbohidratos de cadena corta que son osmóticamente activos y fermentables por bacterias del intestino delgado. Sin embargo, no está claro si la mejoría clínica derivada de los cambios en la dieta es consecuencia de una modificación de la microbiota intestinal o simplemente se debe a una reducción de la fermentación y la producción de gases.

 

Aunque las dietas para el tratamiento de SIBO parecen prometedoras, los estudios aún son escasos y de baja calidad, lo que limita su aplicabilidad clínica. Por ello, es importante tener cuidado a la hora de prescribir dietas restrictivas, ya que los casos más graves de SIBO pueden provocar síndrome de malabsorción, lo que puede suponer un riesgo nutricional. Una alimentación sana, rica en verduras y alimentos integrales parece la mejor opción para obtener una microbiota equilibrada. Por lo tanto, se necesitan más estudios con diseños metodológicos bien diseñados para respaldar la aplicabilidad clínica de las dietas como tratamientos para SIBO y determiner así su función y eficacia.

 

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